La pasarela de Milán se convirtió en una celebración de la reinvención, demostrando que la tradición italiana está lista para abrazar el futuro con visiones frescas y poderosas.
Louise Trotter inauguró su era al frente de Bottega Veneta con una colección que resonó con un profundo respeto por la artesanía de la maison, que celebra sus 60 años. Trotter presentó una visión de lujo artesanal y refinado, donde el icónico patrón de piel intrecciata se amplificó en texturas escultóricas y audaces.
La diseñadora logró un equilibrio magistral entre contención y liberación. Las siluetas fueron fluidas y alargadas, con abrigos que se transformaron en majestuosas capas y pantalones de caída impecable. Los accesorios, como los bolsos maxi, se presentaron como verdaderas esculturas para llevar. El enfoque de Trotter honra el pasado de la casa mientras la proyecta con una elegancia contemporánea y una calidad impecable.
El foco de atención también se centró en Versace, donde Dario Vitale hizo su estreno. Reemplazando a Donatella Versace, Vitale presentó una colección que revisita los códigos icónicos de los años 90 con una sensibilidad moderna.
Vitale redefinió el glamour de la firma al combinar el rigor de colores poderosos como el negro y los rojos intensos con una nueva ligereza.
El diseñador utilizó drapeados suaves y telas satinadas para crear movimiento y seducción, aligerando la opulencia intrínseca de Versace. La colección brilló con el uso de piel y tejidos técnicos que reflejaron un lujo atrevido pero controlado. La propuesta de Vitale confirma que el sex-appeal característico de Versace sigue vivo, pero con una visión fresca y moderna lista para conquistar a una nueva generación.
Ambos debuts, llenos de arte y estrategia, no solo generaron una gran expectación, sino que también aseguraron que la Semana de la Moda de Milán continúe siendo el epicentro de la moda de lujo global.